14 Noviembre: libros al agua
Nos despertamos con el timbal de ruidos en la cabeza y en el ascensor: es como si los músicos del Puente Carlos de Praga hubiesen estado durmiendo con nosotros. Tenemos los ojos ensangrentados, yonkis de Venecia.
Bajamos a desayunar y a hablar después con la recepción. Bueno,
quiero decir que salimos porque recuerda que hay que salir para ir al otro
hotel. El desayuno, escueto. Las 3 cositas de rigor y poco más. Si quieres te
hinchas pero de lo mismo, no es un carrusel de sabores, vamos. Y a recepción,
les contamos la nochecita y nos lo organizan todo para cambiarnos la habita.
Que nos vayamos y que ya ellos nos llevan las maletas y la bolsa de patatas que
viene con nosotros desde Praga. Por lo menos, el hotel de los horrores cumple.
Y aprovechando que se han ido las nubes, volvemos a la plaza
a hacer fotos con solecito. Sigue igual; el Museo Correr protege
a las gaviotas y palomas, las verdaderas reinas de esta isla; enfrente, el
Campanile con los 3 largos postes protegidos por indios vendiendo sombreros. A
su izquierda, la torre del reloj marcando el ritmo de los turistas de una
manera un poco extraña y entre ambos, la Basílica.
Ahora en obras, pero sigue siendo la joya de la plaza, en mi opinión. Tímpanos
y frescos merecen unos cuantos minutos para disfrutarlos. Las gárgolas y
estatuas acompañan esos instantes. No dejes que ni los turistas ni las palomas
te jodan este momento.
Saliendo al mar, Palacio Ducal, Biblioteca… Una fantasía. Por cierto, rematando las columnas del famosos león, San Marcos y San Teodoro sobre ¿un cocodrilo?
Seguimos recorriendo el margen del mar y a la izquierda de nuevo, el Puente de los Suspiros. Es un puente barroco del siglo XVII que da acceso a los calabozos del palacio y que debe su nombre a los suspiros de los reos que veían por última vez cielo y mar. Triste destino palmar en una ciudad tan bella pero es lo que tiene si estás contra el Dux. Llorando por los reos volvemos y cruzamos el Puente de Pasqualiego a Nogrado camino del Palazzo Grimani. Tras él, un sitio que no debes dejar de visitar: la Librería Acqua Alta. Es una librería que tiene una curiosa particularidad: se inunda. Y claro, miles de libros a tomar por culo. ¿Y qué hacen con esos libros? Pues fácil, se apilan y se hacen escaleras, paredes… Tela curioso. Al final de la librería, no perderse las escaleras de libros para ver el canal. Al salir, sin compra, un video te muestra los estragos del agua en la librería.
Volvemos de nuevo al Puente Rialto: petado, como siempre, cruzamos a la Riva del Vini y ponemos rumbo al Palacio Contarini, a ver su famosa Scala del Bovolo. Es decir, una escalera en forma de caracol. Volvemos a pasar por la estatua de Manin, pasamos por el Campo de San Anzolo, la estatua de Nicolo Tommaseo para llegar de nuevo al canal. Enfrente el Palacio Ca`Rezzonico. Al lado derecho, en Campo San Manuele, el fastuoso y enorme Palacio Grassi. Esta plaza parece un buen lugar para almorzar y relajarse un rato. Abre tu mochila y aprovecha.
Pero como no hemos traído bocatas, nos paramos en la Osteria Alle Bottegha que cuenta con un menú turístico de 15 pavos discreto, con pasta, lasaña, pollo o filete empanado. Sin postre, bebida aparte. De lo más barato de Venecia así que no te quejes que me costó encontrar un sitio barato pa comer pa poder contártelo. Que sitios caros, hay mil.
Terminada la comida, nos volvemos al hotel a reclamar esa
habitación que habíamos hablado por la mañana… Sí, ahora la 378 parece otra
cosa: un rato de relax pa probar la cama y volvemos a salir que queda poco sol.
El hotel organiza viajes a Murano así que pensamos en
hacerlo mañana: vamos a recepción y ¡oh, cazzo! Está Giorgio; con el plano de
cuando rescató a Mussolini en la WWII. No tiene ni puta idea pero se la suda…
que volvamos luego a ver si en algún rincón de su cabeza suena Murano ¡Qué
hombre por Dios! Por lo menos, una chica que está con él nos dice que el tour
empieza a las 11… No nos da tiempo, otra vez será.
Solo nos queda ver a Angelina Jolie en el balcón del Hotel Danieli así que volvemos a San Marcos, el mar, el Puente de los Suspiros y allí no está ni Dios. Ni Johnny Deep. Por cierto, el Danieli tampoco parece por fuera lo que debe ser por dentro.
Y ya anochece… y empieza a chispear: momento de ir al Puente del Lovo (lobo en español, wolf en inglés… eso pone allí) y darnos un subidón de azúcar con un merengue. Eso sí, da igual el color: todos saben igual. Por cierto ¿adivinas el nombre del sitio? Sí, Café Lovo. Originales los hijos del Dux.
Poco queda ya, un par de voltios, un indio para comprar un
wrap y una pizza y al hotel que mañana pisamos Hispania por fin ¡hay que
descansar!
No, no… Giorgio sigue en la recepción, ahora buscando a Garibaldi
en su cabeza.
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