10 Noviembre: baños con Gerardo
Para hoy tenemos una de las atracciones más relajantes jamás
vividas: los baños Gellért. No son
solo los más famosos de Budapest sino de toda Europa. Es un hotel con un
complejo de piscinas que aprovechas las aguas termales que caen de la colina de
Buda para disfrute de los turistas y locales. Hay 6 piscinas interiores y un
par más en el exterior: todas ellas con distintas temperaturas. Además, cuenta
con sauna y baño turco aunque se debe haber roto el termostato porque hay como
diez mil grados, da igual si Celsius o Farenheit o Kelvin. Para los más
atrevidos, baños de agua a 18º: te hiela, oye.
Pero no corramos, que es día de relax. Como ayer no vimos la sinagoga de día nos acercamos en un momento a hacerlo. Sigue igual que ayer, pero con más gente. Entrar, 20 pavos. Fotos y pal tranvía.
Para ir a Gellért lo mejor es coger el tranvía 49 en Astoria: los billetes de metro valen aquí. Pasamos por el Museo Nacional y el Mercado, cruzamos el Puente de la Libertad y llegamos a Buda, justo delante de la Iglesia incrustada en la piedra. Dejamos el tranvía justo en la puerta del Hotel Gellért, las fotos de rigor y subimos a la Iglesia Rupestre de Budapest, en la cueva de San Ivan. Data del 1926 y fue fundada por montes paulinos polacos de la Orden de San Pablo el Primer Eremita. Pero en 1951 estos monjes fueron arrestados y expulsados por los comunistas e incluso ejecutaron al Padre Ferenc Vezér. Además se tapió la iglesia. Los monjes fueron enviados a campos de trabajo. Afortunadamente, en 1989 tras la caída del régimen húngaro la tapia fue derribada y en 1991 se abrió de nuevo al culto.
Tras la visita iniciamos ascenso a la Citadella y a la Estatua de la Libertad con la fantástica noticia de que está cerrada por obras de acondicionamiento. Una noticia espléndida porque las rampas son terribles: en su lugar, un paseíto para ver Pest desde las alturas y bajando a darnos un baño (desde una cruz que hay se divisan unas vistas espectaculares).
Como digo, los baños están enfrente de la Iglesia. En Información te dan una pulsera electrónica para abrir el torno y cogerte una taquilla. Después de subir y bajar un par de veces llegas a los vestuarios que están bastante llenos.
Con los bañadores puestos, disfrutamos de un par de horas e
relax de aguas calentitas y fuera de los agobios, ruidos y prisas de la gran
Budapest. Como curiosidad, observad cuando vayáis las estalactitas que se
forman en las fuentes de agua: sitio ideal para un cólico nefrítico.
Al salir, nos dirigimos rápidamente al Mercado, que chispea un poco, con la idea de comer algo de comida callejera típica de aquí. Idea que comparten los cientos de turistas del mercado… Afortunadamente, hay un restaurante con mesas y comida popular donde damos cuneta de pollo con pasta y fries y yo de una pasta con salsa agria y pepinillos que deja un tanto… raro. Al salir, vemos que un desgraciado ha abierto un bolsillo de la mochila de Soni: por suerte, no falta nada.
Relajados y comidos, toca un kürtöskalács o como coño se llame con helado. Esto es una tira enrollada de masa dulce y horneada sobre un rodillo con lo que al sacarlo se queda un cilindro de masa que se puede rellenar de mil cosas o rebozar con coco, azúcar, Nutella… Alegoría para diabéticos.
Ahora nos vamos a acercar un momento al hotel que tanto
relax… te lleva a una siestecita.
Y después al Tesco, a comprar la cena. Y resulta que tenemos
un billete que mi coordinador me dio y es más antiguo que Buda así que pagamos
con card y para gastar los florins que quedan, un café donde ayer.
Y ya al hotel que mañana vienen el taxi a las 4:30… Madrugón para ir a Praga.
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