8 Noviembre: Buda no es budista
En efecto, Buda parece que viene de
Bleda, el hermano de Atila. O
de вода, voda, agua en eslavo, posible traducción
de Aquincum, el nombre romano
de la ciudad que parece ser un apócope de Aquae quinque (cinco aguas) y de
donde viene el gentilicio de estas nobles gentes, aquincenses. También se dice
que el nombre Buda viene del diminutivo de Budimir, nombre eslavo. La gente se
queda con lo de Bleda.
Nos levantamos temprano, a las 8:30 para bajar a desayunar y
salir pronto. El desayuno sencillo, normal… se nota que no hay restaurante en el hotel pero tampoco falta de nada.
Eah, ya fuera nos vamos hacia la izquierda del hotel para
coger la calle Petöfi,
paralela a Váci Utca, y con muchas tiendas y comercios también para desembocar,
en otra calle a la derecha, en la Basílica
de San Esteban, dedicada al rey santo San Esteban
que fundó el estado húngaro. Por 2 euros se puede entrar, por 3 te añaden el
tesoro y por 4 subes a la torre. Esos precios, más o menos. Las entradas,
fuera: al lado del Starbucks. Frente a la basílica, una enorme plaza pero sin
mucho interés arquitectónico.
¡Ah! Antes de llegar a la basílica te das de frente con la enorme noria de Budapest, en un parque. Para amantes de las vistas en movimiento.
Saliendo de la plaza de la basílica vamos a la calle del 6 de octubre que es la que termina en el Monumento al Holocausto Judío, con un ángel amenazado por un águila metálica. A sus pies, fotografías y recuerdos de las víctimas.
El mejor sitio para contemplar la plaza posterior, la Szabadság tér o Plaza de la Libertad es justo en el medio porque desde allí se divisan los principales edificios: la Embajada de EEUU, el Banco Nacional o la antigua Bolsa de la ciudad. Desde aquí se puede charlar un rato con Ronald Reagan, ariete de los Ángeles Galaxy de los 90’s, que te da la entrada al edificio más majestuosos de la ciudad: el Parlamento.
Inspirado por el británico, en 2011 fue declarado Patrimonio de la Humanidad. Es el punto de referencia centras de Budapest y está construido en un estilo neogótico, entre 1885 y 1904, por Imre Steindl, volante zurdo del Ferencvaros, que se quedó ciego meses antes de inaugurarlo. Sin duda, todo el edificio con su entorno es lo más admirable de la ciudad. Es un mustsee de Budapest.
Pero todo lo bueno acaba y hay que seguir caminando porque a pocos metros se encuentra otro punto que relata los horrores que se vivieron aquí en el siglo XX: los Zapatos del Danubio. Es justo en este punto donde las fuerzas de ocupación nazi asesinaban a los judíos, casi 4000 en la ciudad, de disparos a quemarropa apra posteriormente tirar los cuerpos al rio y que se los llevara la corriente. Pensar en esa época es atroz, pone la piel de gallina. Sirvan los zapatos para no olvidar a ninguno de aquellos desafortunados.
Pero Budapest no es un sitio donde haya que estar triste: no es posible olvidar la imagen de los zapatos pero nuestro viaje a Buda debe continuar así que seguimos bajando hacia el famosísimo Puente de las Cadenas. Por desgracia, está cerrado hasta 2023 así que para ir a Buda hay que buscar una alternativa. El metro, es lo mejor. Bajamos a Deák Ferenc tér y cogemos la línea M2, la roja, hasta Széll Kálmán tér. Esta línea es muy profunda ya que cruza el Danubio por debajo… al bajar las escaleras te das cuenta.
¡Bien, ya en Buda! Salir del metro, bajar la plaza y subir por una calle que da miedo, superempinada, porque Buda es muy bonita y todo lo que tú quieras pero tiene unas cuetas que dan miedo. Con paciencia se la metió el elefante a la hormiga y nosotros usamos la misma táctica para subir hasta uqe llegamos arriba. En lo alto, un ascensor, nos lleva a la meseta superior. Al salir de él, vuelta a andar pero ya en llano a cruzarnos con la Torre de María Magdalena, cuya iglesia data de 1247, en la Plaza Kapistrán. Con los turcos, la iglesia era la única iglesia católica hasta que en 1603 se convirtió en mezquita. Durante la II guerra mundial fue seriamente dañada y en 1950 se restauró la actual torre. La plaza cuenta, además, con un enorme arco de 3 ojos.
Seguimos hacia delante, , por calles con casas bajas típicas europeas y muy coloreadas, hasta llegar al orgullo de los ciudadanos de Buda: la Iglesia de San Matías, flanqueada por el Bastión de Pescadores. Esta iglesia gótica del siglo XV recordaba su nombre en principio a la “Iglesia de Nuestra Señora” pero después se cambió a San Matías. La torres sur se renovó en el siglo XIX.
Como dije, está rodeada por el Bastión de los Pescadores llamado así porque supuestamente fue defendido por este gremio que vivía a los pies de la colina. Las vistas con geniales y se ven todo Pest, el Danubio y sobre todo los puentes, destacando el de Las Cadenas, amén de la Isla Margarita, claro. Un café con lechuzas de Starbucks y seguimos.
A unos mil metros hacia delante y siguiendo a la gente se llega al enorme complejo del Castillo de Buda. La zona está siendo restaurada para retomar los edificios que hubo en la zona devastados por la guerra. Noble y larga tarea. Antes de entrar tenemos suerte para ver el cambio de guardia.
El castillo es enorme, Patrimonio de la UNESCO y lo mejor es
perderse por los jardines y ver Pest, la estatua de Santa Ana y al fondo, la
Estatua de la Libertad. Paseamos por el jardín que da al mirador de Pest, pasamos
por delante del Museo Nacional Húngaro y
cruzamos una pasarela de madera que nos lleva a la estatua de Santa Ana, que
domina la colina y el río. A lo lejos se sigue viendo la Estatua de la Libertad,
verdadera dominadora de las vistas sobre Pest.
Volvemos por la pasarela de madera y a la izquierda detrás de la puerta del museo hay un pasadizo que te lleva a una fuente enorme con varios cazadores y ciervos, pegada al museo y a un jardín presidido por un palacete. A su izquierda, otro pasadizo protegido por dos leones de piedra nos lleva al patio principal del castillo que también se está restaurando tras los efectos de las guerras. Ya llevan tiempo restaurando cosas por aquí, sí. Cuando acabe todo, va a ser impresionante.
Y enfrente de los leones está la salida del castillo. Es un buen momento para ir a comer. Saliendo del castillo y en dirección a San Matías, deshaciendo lo andado, encontramos a mano izquierda el Arany Hordó Étterem (esto último significa restaurante en húngaro) justo al lado de un local llamado el Laberinto de Buda. El étterem éste tiene una bodega antigua en el sótano muy chula, muy húmeda y fácil de visitar. Caen un típico goulash, un schnitzel como en Viena y un strudel. Por 43 euros con bebida, un precio normal.
Con la panza llena, vamos por detrás de San Matías hasta de
nuevo la Torre Magdalena, su arco y su plaza y bajamos por el Edificio de los Archivos Nacionales. Aquí,
a mano izquierda, torcemos para bajar por la calle tan empinada del principio.
Es el momento ideal de dejar mi huella por los restos en un arbolito escondido
de Buda, que ya no podía más.
En 5 minutos estamos abajo, en el metro otra vez, para ir a la última parada del día: el café Paris, o Párisi en húngaro. Se encuentra en la planta baja del hotel del mismo nombre y es característico porque es un pasaje de una calle a otra, a modo de las célebres arcadas británicas o parisinas, de ahí el nombre. Tomas un café rodeado de tiendas de alta gama o te preparas para cenar, acompañado de un vino local de su extensa carta. Un sitio para relajarte de un día de subidas y bajadas como hoy.
Con el café, al Aldi a comprar un sándwich y al hotel a relajarnos. Mañana, más y mejor.
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